jueves, 26 de abril de 2012

La sombra de las bicicletas a un costado parecían volarse con el viento que nos daba de lleno en la frente. Tu sonrisa se escapaba de la cara y hacía remolinos con la bufanda roja. Tus ojos pardos. Mis manos heladas. Las zapatillas enredándose en el pasto y el corazón cantando escondido. Me dijiste que no volvamos nunca. Que viajemos en bicicleta toda la vida. Me invadió tu perfume a sal y madera. Y ya no tuve miedo.

sábado, 21 de abril de 2012

Hola Doctor. ¿Qué tal? Le cuento: tengo calambres en el gemelo izquierdo. Vienen reiterándose desde hace tres o cuatro semanas. No llevo bien la cuenta. A veces me levanto por la madrugada con un dolor indescriptible. Como si estuvieran detonando una molotov directamente sobre mi pierna. Otras me sucede caminando. Cuando apoyo mal el pie. O cuando lo apoyo bien. A veces siento el dolor en la garganta. Supongo que es una suerte de proyección corporal propia de mi enfermedad.
A veces grito.
A veces espío celulares.
A veces me hago el boludo.
Casi siempre lo extraño.
Y se me lastima el esófago porque sé que estoy enfermo de algo que no puedo contagiar.
Y no puedo intentar que se enferme.
Quiero curarme doctor. Quiero volver a ser sanito y esperar sentado que vuelva de la casa de su mamá sin pensar si le pasó algo. Quiero poder dormirme a la noche sabiendo que anda solo por la calle, o acompañado en los boliches. Quiero dejar de tener el teléfono en la mano ansiando que me responda cuando sé que sólo carga crédito cuando necesita escribir algo.
Quiero que vuele sólo conmigo, doctor.
Quiero darle tiempo. Curarme a la vieja usanza. Poder caminar sin que duela.
Deje, ni me revise.
Lo mío no se perdona. Ya es tarde.