martes, 31 de agosto de 2010





al principio sólo sonaba el agua. afuera.
entró al departamento sintiéndose en su casa desde que puso un pie en la alfombra de la puerta. me preguntó por la pintura que colgaba. le conté de las vueltas que dí para comprar la mesa de paraíso y de lo fácil que había sido luego elegir el color de las paredes. hablamos de colores. de amarillo, de rojo y de verde.
- me gusta el azul cerúleo - le dije. 
- en mi universo limitado sólo hay lugar para distinguir el azul a secas - devolvió, riendo. 
pensaba para sus adentros que había hecho un chiste. yo pensaba para los míos lo limitado que estaba eso suyo que él llamaba universo.
- y también me encanta el azul Yves Klein. (aunque muy de vez en cuando sepa bien cómo se escribe) -. repuse. de pronto me acordé de las esponjas. hermosas. con formas extrañas. lamenté no tener unas cuantas reproducciones bien bien grandes para mostrarles a mis alumnos esos increíbles árboles azules. los imaginaba abrir sus ojos. ví su cara de sorpresa. me percaté que no era uno más de aquéllos nenes. 
me preguntó qué era eso. y le conté lo que me acordaba de Klein y sus trabajos con modelos femeninas a las que cubría con pintura azul (ese azul tan particular) y a quienes estampaba contra el lienzo para dejar la impronta del cuerpo desnudo sobre la tela, cual pinceles de carne y hueso. y aire. y sangre. le dije que ese tipo de procedimiento se llamaba antropometría y que también hacía otros trabajos manejando por la ruta muy fuerte, a 110 kilómetros por hora con una tela, cuando llovía, para grabar la lluvia sobre el lienzo.
no le hablé de las sueltas de globos. ni de las esponjas. mucho menos de la venta de los espacios vacíos. 
le pregunté de qué color eran mis ojos. y dijo marrones. 
le debe haber asustado mi cara.

viernes, 13 de agosto de 2010





vino a robarme la noche
pero la madrugada destrozó la punta de sus dedos.
salió disparado. en silencio y tapándose los ojos. 
el calor y las cosquillas todavía yacían en la cama.

sábado, 7 de agosto de 2010





quiero que se callen todas esas palabras
que las flores enredan en mi cabeza acariciándoles perfume.
quiero que te apuñalen los nudillos
esos silencios malintencionados que me dejaste con un moño.
quiero que me rindas. quiero que te levantes una mañana
y te atrevas a lamerme los ojos mientras me decís basta.

domingo, 1 de agosto de 2010





afilate los dientes, vamos.
quitame a bocados cada uno de mis ojos
que no hago más que verte pasear sobre el margen de mi cama
vacilante. adornado con saliva
y envuelto de un collar de cicatrices que te robaste sin permiso
tan premeditado y victorioso
simulando ese vuelo rasante del que te hiciste fanático
cuando estabas rodeado de testigos y de carniceros.

afilate los dedos, rápido.
dejá de alimentar esos espejos vacíos con la mirada tan erecta y holgada.
llevate todas las plumas dormidas que dejaste olvidadas y lascivas
sin valijas ni sangre.
dale que hay un almanaque repleto de caras esperándote en la esquina
ofreciéndote en bandeja un delantal de diversiones
ya no urgen los gusanos ni los ángeles
no hace falta que me devuelvas los días. quedate con ellos.